lunes, 24 de diciembre de 2007

Belén, la navidad al otro lado del muro (de "ABC" de hoy)

POR LAURA L. CARO. BELÉN.
Los peregrinos invaden este año la ciudad palestina donde el Nuevo Testamento señala el nacimiento de Jesucristo. Y donde la realidad política ha creado una prisión al aire libre. Belén está rodeada por barreras de alambre electrificado y el muro de hormigón de ocho metros de altura, que Israel sigue construyendo, asusta. Los 13 patriarcas cristianos reconocidos en Jerusalén lo denunciaban esta semana en un mensaje conjunto en que hablaban de la «gran cárcel».
La entrada por el principal control militar que atraviesan los autobuses turísticos recuerda el telón de acero que cerraba el paso a los dinosaurios del «Parque jurásico» de Steven Spielberg, y una vez en el centro urbano, al pie de la Basílica de la Natividad que guarda el lugar sagrado del pesebre, muy pocos elementos evocan las chispeantes celebraciones occidentales. O las estampas bucólicas de la Biblia que muchos excursionistas esperan encontrar. Belén es desempleo, pobreza y frustración.
Desde su ayuntamiento, el alcalde, Victor Batarseh, -miembro del escuálido 1,9 por ciento de población cristiana que permanece en esta ciudad musulmana de 30.000 habitantes- se esforzaba en estas fechas por subrayar la alegría por la vuelta del turismo en medio de su profunda desesperación. «Para la Misa del Gallo habrá 30.000 peregrinos con nosotros... vamos mejorando», explicaba en su despacho de la Plaza del Pesebre. «Pero Belén es una gran prisión -añade-, la ocupación es nuestro mayor problema, es humillante: los pacientes no pueden salir a los hospitales para recibir tratamiento, nuestros adolescentes no pueden salir a estudiar... nos ahogamos económicamente».
Para recrear la ilusión de una Navidad en este Belén triste, la municipalidad ha recibido 50.000 dólares de la Autoridad Nacional Palestina destinados a decoración urbana, más 2 millones de «shekels» -unos 360.000 euros- para pagar salarios a los funcionarios, que llevan dos meses sin cobrar porque las arcas locales están secas.
Esas inyecciones han permitido a los musulmanes belenitas celebrar la semana pasada el «Eid El Adha» (la fiesta sagrada del cordero), y a los cristianos preparar en estas fechas sus mesas: «mahshi warak», hojas de parra rellenas de arroz y carne, y «kitdre», olla con arroz, ajo, cordero y almendras, que se cocinan para la comida familiar de Navidad. Si hay ahorros, también habrá vino y regalos para los niños, que se entregan la mañana del 25.
Para la ocasión, Israel ha prometido facilitar la libertad de movimiento y «agilizar los pasos de control». Resumen: extranjeros y cristianos israelíes serán bienvenidos a Belén sin problemas, pero los de Cisjordania necesitarán haber conseguido un permiso especial, y los 500 cristianos que viven en Gaza, probablemente, nunca recibirán autorización.
A todos, la ciudad ofrecerá las apreciadas tallas en madera de olivo, tierra santa en frascos, aceites bendecidos, agua de bautizar, y como sorpresa, una galería de arte en pleno centro donde comprar obras alusivas a la ocupación, donadas por artistas locales.

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