lunes, 24 de diciembre de 2007

Artículo de Antonio Mencía publicado hoy en los periódicos de Promecal




Este año he hecho el viaje de mi vida. Estuve en compañía de un buen grupo de amigos en Belén, en Nazaret, en el Tabor, junto al lago Tiberiades, en Jerusalén, la Ciudad Santa…. 10 días de madrugones intensos y noches de tertulia. 10 días de sueño e ilusión. Creo que es un viaje irrepetible. Una mezcla de civilizaciones. Un lugar para buscar y encontrar y sobre todo una sorpresa continua, pisando la historia de nuestra historia. Varios de mis compañeros de esta aventura eran periodistas, otros chavales adolescentes. Creo que en todos quedó grabada más de una imagen en la retina. Hice un cálculo, y entre los casi cuarenta presentes, más de 10.000 fotografías; las más representantivas se volcaron en un blog que todavía, ocho meses después, sigue abierto.
Tierra Santa: Israel y Palestina, es una tierra de contrastes. Lo mostraba este domingo un amplio reportaje de Osaca, realizado por dos reporteros de Diario de Burgos, Álvaro Melcón y Jesús Matías. Pero quizá lo que más impresiona es Belén, pasear por sus calles, acercarse a su impresionante muro y contemplar como decenas de palestinos hacen cola por la mañana y por la noche para cruzar hacia Jerusalén en busca de trabajo. Belén es una ciudad perdida de donde huyen los cristianos desde la intifada, donde los únicos recursos son los autobuses de turistas que pueden comprar algunos de los recuerdos de esa tierra y donde decenas de niños te piden a la puerta de la Basílica de la Natividad unos céntimos de dólar.
En este cruce de civilizaciones parece que, una vez más, se ha abierto una esperanza a la paz, en la que pocos creen, pero por la que muchos rezan en medio del bullicio de las calles de la capital de Israel y Palestina.
Creo que los católicos -como lo hacen los musulmanes en la Meca- deberían acercarse a esta Tierra Santa al menos una vez en su vida. Quizá así se puedan conservar mejor las piedras de la historia de esta religión, ahora mantenidas gracias al esfuerzo de un buen número de franciscanos, unos cuantos burgaleses, y no sin problemas, como lo repite incansable el guarda de la basílica de la Anunciación, octogenario, que sufre al pensar que en el futuro no habrá nadie que le releve. Algunos aseguran que la geografía de Tierra Santa es el quinto Evangelio. Después de haberla visitado, se puede afirmar que lo es.

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