Artículo publicado por Ignacio Fernández en los periódicos del grupo Promecal el 12 de abril
Paso unas buenas horas de charla en Jerusalén con Paco Forjas, ese buen periodista vallisoletano que un buen día hizo el petate y se fue a Berlín a trabajar y que, ahora desde la Ciudad Santa sigue los acontecimientos de la zona más caliente del mundo. Entre nostalgias de la tierra y añoranzas de la gente, convenientemente acompañado por Mar que siempre le sigue y por el buen vino de la ribera, que nunca abandona, elevamos a definitiva una conclusión: nunca dejaremos lo suficiente de mirarnos el ombligo.
Ahora que andan los partidos especulando sobre las composiciones de sus listas electorales, dibujando el mapa de afectos y repugnancias para labrarse un futuro a cuatro años; ahora que muchas de las cosas que nos parecían inmutables se nos revelan cambiantes; ahora, en fin, que, en el concierto mundial, el más tonto hace los mejores relojes, conviene seguir recordándolo.
Desde arriba, desde fuera, las cosas no sólo se ven distintas sino que se ven mejor. Contigo, en la distancia, está muy claro que no estamos tan lejos como parece. Y, pasados por el cedazo del mar por medio, viene uno a concluir que muchos de los problemas que nos figuran como irresolubles, realmente vienen a ser problemas de punto de vista. Por lo general, las civilizaciones avanzan más si tienen dudas que resolver antes que certezas que imponer. Le pasa a la gente: dame a alguien que tenga dudas y lo preferiré a quien se siente tan seguro que todo lo quiere a toda costa.
Demasiadas veces estamos «completamente casi seguros» de las cosas. Confundimos el principio con el origen, los fines con el final y le damos vueltas a lo mismo hasta convertido en una papilla intelectual. De modo que cuando uno hace estas salidas y echa un vistazo a lo de aquí en esto desde la otra orilla del Mediterráneo, saca dos conclusiones. La primera que, efectivamente, de vicio nos quejamos muchas veces y que, más allá, están las lecciones que necesitamos más acá. Y la segunda, que los «sportinguistas» siguen siendo irreductibles: Antonio Mencía se ha pasado el viaje preguntando cómo ha quedado el Sporting.