viernes, 23 de marzo de 2007

Tres razones para peregrinar a Tierra Santa

Escribo el presente artículo al concluir una peregrinación aTierra Santa, a la que he asistido junto con sacerdotes y seminaristas denuestra diócesis. Tras diez meses sin atentados en Israel, el último día denuestro viaje, se producía un atentado suicida en una localidad turística,Eilat, con el resultado de tres muertos. No es mi intención ahora hablar dela posición de la Iglesia Católica sobre el conflicto judío palestino, que-por otra parte- es de sobra conocida: «Los israelíes tienen derecho a viviren paz en su Estado; los palestinos tienen derecho a una patria libre ysoberana» (Benedicto XVI al cuerpo diplomático internacional, 8 de enero,2007). «El establecimiento de un Estado palestino viable, con el cualtermine la ocupación, requiere tierras contiguas y supone poner en tela dejuicio el Muro de seguridad, así como la expansión y el establecimiento deasentamientos en Cisjordania.» (Comunicado del Encuentro de Obispos deConferencias Episcopales en su visita a Tierra Santa, enero de 2007). Melimito ahora a dar tres razones para motivar la peregrinación a TierraSanta: 1º.- La peregrinación es segura: Las noticias que nos llegansobre la seguridad en Israel y los territorios autónomos palestinos, nospodrían llevar a concluir que no es prudente emprender en las condicionespresentes la peregrinación a Tierra Santa. Afortunadamente, no es cierto. Elconflicto judío palestino, incluso en los momentos más duros de la intifada,no ha atentado jamás contra los peregrinos. El itinerario de los peregrinosestá muy alejado de los lugares en conflicto, especialmente de la zona deGaza. Además, la prudente y heroica labor de la orden franciscana, a quienlos papas encomendaron la custodia de los Lugares Santos, unido al comúnbeneficio económico, ha hecho que tanto judíos como musulmanes estén muyinteresados en la continuidad de las peregrinaciones.
Pero es que, además, desde la construcción del Muro deseguridad, que aísla drásticamente a los palestinos del territorio judío,los atentados terroristas en Israel han disminuido de forma exponencial. Elhecho de que creamos y manifestemos que la construcción de este Muro ha sidoinjusta, porque ha hecho recaer la miseria sobre los más débiles, no nosimpide reconocer la veracidad de este dato.
2º.- Los palestinos cristianos necesitan nuestro apoyo: Ennuestra tradición católica, hemos designado a la Iglesia de Jerusalén, conel nombre de "Iglesia Madre". Sin embargo, el conflicto permanente entrejudíos y musulmanes, ha originado un éxodo masivo de los palestinoscristianos a Europa y América. Traduciéndolo a datos: hace cincuenta años,más del 70% de la población de Belén era cristiana. Mientras que, hoy endía, los cristianos rondan el 15%. En Jerusalén no llegan al 3%.
El drama de los palestinos cristianos estriba en que se sienten"extraños" en su propia tierra, ante la islamización radical de muchos desus hermanos palestinos, además de ser discriminados por los judíos, por elmotivo de ser "árabes palestinos". La peregrinación es vital para ellos,tanto económica, como espiritualmente. Es necesario que sepan que no estánsolos, y que son arropados por los hijos que aquella Iglesia Madre fueengendrando por todo el mundo.
Mención aparte merece la labor de los más de doscientosfranciscanos que atienden los Lugares Santos. Su apoyo a los palestinoscristianos es admirable, y se está traduciendo en este momento en laconstrucción de viviendas, intentando frenar su diáspora. ¿Sabíamos que elVicecustodio de Tierra Santa (el "segundo de a bordo") es el Padre ArtemioVítores, un palentino de Cevico Navero? En la entrañable tertulia quepudimos mantener con el P. Artemio, nos descubrió páginas gloriosas escritaspor los hijos de Francisco de Asís, en los cerca de siete siglos que llevancon la encomienda del Papa para la defensa de los Santos Lugares y de loscristianos nativos.
3º.- "Algo faltará a vuestra fe si no habéis visto Jerusalén"(San Jerónimo): Uno de los problemas principales que solemos tener loscristianos de "vieja cuna", es el de creer que lo tenemos todo ya ¡visto yoído! El Evangelio no es para nosotros algo novedoso, incluso puede llegar aresultarnos repetitivo. Tenemos el peligro de adherirnos a la fe cristiana,al modo de una tradición heredada, sin la debida conciencia de que somosseguidores de la Persona de Jesucristo. Por ello, la expresión de SanJerónimo, no me parece exagerada. En los Lugares Santos descubrimos las"huellas frescas" del paso de Cristo entre nosotros. La peregrinación nossitúa en un "tú a tú", frente a su Persona.
Más aún, los maestros de vida espiritual, como San Ignacio deLoyola, nos han hablado de la ayuda que supone la "composición de lugar" ala hora de profundizar en la oración: "La composición será ver con la vistade la imaginación el lugar corpóreo, donde se halla la cosa que quierocontemplar. Digo el lugar corpóreo, templo o monte, donde se hallaJesucristo o nuestra Señora, según lo que quiero contemplar." (EjerciciosEspirituales, nº 47). En ocasiones, nos puede costar controlar laimaginación, al adentrarnos en la intimidad de Dios, por caminos de oración.Por ello, será importante que alimentemos nuestra memoria de imágenes quecentren positivamente nuestra oración. ¡He aquí otro de los grandesbeneficios de la peregrinación a Tierra Santa!
La escasa afluencia de peregrinos en el momento actual, permitea los que allí acuden aprovechar mucho mejor esta ocasión de gracia, sin losinconvenientes de la masificación. ¡Merece la pena! Se trata de clarificar,fortalecer y vivir la fe cristiana en sus mismas raíces.
Ecumenismo "casero"
Dice el refrán que "la caridad bien entendida, es la que empiezapor casa". Lo mismo diríamos del ecumenismo: el verdadero deseo de unidadentre las iglesias cristianas, es el que empieza por casa.
Sé muy bien que, en el día a día, estamos siendo testigos de muchísimossignos de verdadera y profunda comunión, en el seno de nuestra Iglesia. Yomismo -es de justicia que lo señale- me he sentido vivamente impresionado alcomprobar cómo la comunidad católica se une como una sola familia en torno asu obispo. Pero, dicho esto, no sería bueno que nos durmiésemos en las"mieles", ignorando que también existen las "hieles". Hemos de reconocer quecaemos en contradicciones, desde el momento en que anhelamos la unión conlos hermanos protestantes, anglicanos y ortodoxos, y al mismo tiempo tenemosla parroquia dividida.
Me dispongo, por ello, a describir brevemente cuatro heridas quedañan la unidad interna entre los católicos, con el deseo de que hagamostodos los posibles por sanarlas:
+ Falta de paciencia: La misericordia de Dios, tiene lacaracterística de amarnos a cada uno de nosotros, tal y como somos. Él no seincomoda ni se desespera por nuestras torpezas, por nuestros ritmos tandistintos... Jesucristo fue el primero que sufrió con paciencia los defectosde sus discípulos, sin arrepentirse en ningún momento de haberlos elegido.
He aquí uno de los enemigos más habituales de la unidad: ¡la impaciencia!¡Cuántas veces nos hemos sentido exasperados ante unas ancianas que rezan elrosario a un ritmo que nos resulta insufrible, avergonzados por los cantoresdel coro que desafinan, crispados ante el sacerdote que no termina deaterrizar en el sermón, enojados por un grupo de niños que no paran quietos,incómodos por el bebé que llora en su cuna durante la Misa...! ¡Escurioso...! ¿Y no se nos ha ocurrido nunca pensar que tanta exasperación noes sino el reflejo de nuestra falta de paz interior, al mismo tiempo que unatentación disfrazada de razones aparentes?
+ Incomprensión de los carismas ajenos: ¿No es cierto que enocasiones solemos escuchar, de labios de católicos militantes, reproches dedesavenencia y desamor dirigidos hacia otros movimientos, cofradías,comunidades religiosas, o simplemente, hacia realidades eclesiales distintasa la suya? A veces, podemos llegar a tener unas miras tan cortas, quellegamos a juzgar la Iglesia desde nuestra sensibilidad, olvidando que elEspíritu Santo sopla donde quiere, y que nosotros no somos quiénes parameterle en una jaula, y pretender que cante nuestra tonadilla favorita.
Hay personas que son más dadas a "restar" que a "sumar", hastael punto de que, en ocasiones, parecen más preocupadas por quiénes seacercan a la Iglesia, que por los que se alejan de ella. A veces, consumimosmás energías en nuestros roces personales y grupales, que en el desarrollode celo apostólico en favor de nuestros hermanos alejados de Dios y de laIglesia. Hay un pasaje evangélico -pocas veces citado- que merece mucha másatención y sobre todo, aplicación: "Juan le dijo: «Maestro, hemos visto auno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamosde impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se loimpidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y queluego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros,está por nosotros.»" (Mc. 9, 38)
+ Afán de protagonismo: Una buena parte de las fricciones quepuedan darse en el seno de nuestras parroquias, está causada por el afán deprotagonismo y los celos personales. Ante esto, necesitamos hacer nuestra laexpresión de Juan Bautista: "Es preciso que Él crezca y que yo disminuya."(Jn. 3, 30), así como aquel otro consejo de Jesús: "Que no sepa tu manoizquierda lo que hace la derecha." (Mt. 6, 3)
Es cierto que estamos hablando de un mal moral que se manifiestaen todos los sectores de la sociedad. Pero, sin embargo, de los que somosseguidores de Cristo, cabría esperar que tuviésemos mayor altura de miras.El mismo Jesús detectó y afrontó este problema en el grupo de los apóstoles:"Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De quédiscutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habíandiscutido entre sí quién era el mayor. Entonces se sentó, llamó a los Doce,y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y elservidor de todos.»" (Mt. 9, 34)
+ Ideologías y Magisterio: Una de las causas principales de lafalta de comunión en el seno de la Iglesia, la tenemos en la pretensión desobreponer nuestras sensibilidades e ideologías al Magisterio de la Iglesiay a la propia Palabra de Dios. Se cuenta la anécdota de un orador, queintroducía una parte de su discurso de la siguiente forma: "Como decíaJesucristo, y en parte tenía razón,..."
Desgraciadamente, el problema al que me refiero, no es ninguna broma, aunqueme haya tomado la libertad de utilizar esta ironía. Se trata de una falta deacogida a la Revelación de Dios en la Escritura y al Magisterio de laIglesia. Corremos el riesgo de aceptar la Palabra de Dios, en la medida enque confirma nuestro pensamiento, mientras que la ignoramos o rechazamos, sino se adecua a nuestra forma de ver las cosas. Un ejemplo concreto lotenemos en las ideologías políticas: en determinadas ocasiones, a loscatólicos militantes o simpatizantes de algún partido político, se lesplantea un dilema de fidelidades. Suelen ser ocasiones determinantes paraconocer nuestra jerarquía de valores: ¿Qué prima en esos casos? ¿nuestrasensibilidad política o la religiosa?
Recordemos aquella oración que Jesús dirigió al Padre, después de la ÚltimaCena: "Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti, queellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me hasenviado." (Jn. 17, 20). Aquella súplica no ha sido estéril. De hecho, elEspíritu Santo está siempre suscitando nuestra unidad -afectiva y efectiva-como lo hizo el día de Pentecostés. ¡Seamos dóciles a su acción,testimoniando nuestro amor en la unidad!